Para ser honesta, la semana pasada me sentía un poco desanimada. Supe que un itinerario de viaje que me había costado tanto coordinar entre paradas y cambios de choferes del vehículo de apoyo se vino abajo por la decisión de algunos en regresar una semana antes de lo planeado.
Además, no he podido entrenar tanto en las últimas semanas y cuando lo hice esta semana, se reventó la llanta en una ocasión y se ponchó la cámara en dos.
Me estaba sintiendo no preparada físicamente y abrumada por todas las diferentes tareas que tengo que terminar para estar lista y salir en 16 días en Finish Well Ride; 12 de los cuales estaré viajando o trabajando con un grupo.
Ah, y murió mi refrigerador.
Pero ayer encontré una presentación de fotos del primer viaje que hice en bicicleta.
Fue para recaudar fondos para el seminario donde trabajo. Veo las fotos y me rio. No tuvimos nada de equipo de ciclismo, nada de ropa apropiada, nada de dinero. No teníamos ninguna idea de lo que estábamos haciendo, pero de algún modo llegamos en bici de San Jeronimito, Gro. a Wichita, Kansas, E.U. (unos 3,200 km) en 40 días.
Y fue una gran aventura. Yo sé que fue difícil. Estoy segura que fue difícil. Tuvo que haber sido. Pero no me acuerdo de lo difícil. Solo me acuerdo de la aventura.
Y del contentamiento.
Recuerdo que nuestro día más largo de ese viaje era de unos 160 km, desde Matehuala hasta en medio de la nada. Ya estaba oscureciendo y estábamos buscando donde pararnos cuando llegamos a un grupo de casas en medio del desierto.
No hubo mucho más. No hubo restaurantes. Ni tiendas visibles. Nada.
Estábamos cansados y hambrientos, entonces tocamos la puerta de la primera casa e hicimos trato con la señora: Usted prepárenos unos huevos y tortillas y le pagaremos. Añadimos a nuestra cena una Coca de dos litros y un queso casero que compramos en la carretera en la mañana.
Después de 160 km, huevos, tortillas, queso casero y Coca era una de las mejores cenas que jamás había comido.
Después era hora de dormir. No hubo donde bañarnos. Creo que solo me lavé la cara y cambié la ropa en que estaba rodando por otra. Pero eso fue todo.
Ahí estaba acostada en la casa de campaña y en los dos minutos que tardé en dormirme, recuerdo que pensaba: “Estoy contenta. Solo realmente necesito comida, bebida y donde poner mi cabeza cansada. Todo lo demás es lujo.”
Espero que pueda experimentar algo similar en este viaje.
Yo sé que el video promocional, los contactos con los medios y la planeación de los eventos donde voy a hablar se debe hacer, porque hay una meta de $75,000 dólares que se tiene que alcanzar para un ministerio digno del cual estoy orgullosa de ser parte, pero espero que una vez que este por ahí rodando, tal vez en algún lado en las Rocosas de Colorado, tal vez cuando ya estoy agarrando condición, se derretirá el estrés y el contentamiento tomará su lugar.